El fetiche como encantamiento estético


Para mis amigos amantes del cine

Hace 60 años que el cine norteamericano nos acostumbra a pensar a la segunda guerra mundial como producto directo de la avanzada guerrerista nazi, y en este procedimiento todo desemboca en Hitler: el agente histórico que impulsó esta catástrofe. Es decir, ya todos lo hemos visto; el gran cine de masas a construido una imagen de Hitler como un mal absoluto, como la causa de la guerra, de la matanza de millones de judíos, como un ser malvado sin escrúpulos y totalmente demente. No hay por qué quejarse, la Europa devastada y los yanquis triunfantes cumplieron a rajatabla su tarea histórica: construir el relato de su triunfo sobre el mal que acechó a la humanidad: Hitler y el nazismo.

Pero este procedimiento de construcción historiográfica no se hizo sino sobre la base de una serie de mistificaciones, sobre la abstracción de las condiciones históricas de surgimiento de la segunda guerra mundial: la necesidad del capitalismo alemán de expandir su mercado, la humillación del pueblo alemán luego de la derrota en la primera guerra, etc. Sin embargo, con el transcurso del tiempo y una incipiente revisión de lo acontecido fueron mostrándose estas explicaciones más allá de la figura de Hitler y de los intentos ideológicos de explicar el desarrollo histórico por causas individuales.

En este contexto y sobre este problema (el de la imagen norteamericana-europea de Hitler) es que aparece la película de Hirschbiegel La caída. Una película donde, a contrapartida de la imagen tradicional, nos muestra el "lado humano" de Hitler, relatando la experiencia de la derrota de la guerra desde el punto de vista de Hitler en su bunker bajo tierra de Berlín, los últimos días antes de que lleguen los rusos. Invirtiendo la imagen clásica en la que Hitler es el hombre más malvado de la historia, Hirschbiegel nos muestra un Hitler romántico, sincero, idealista, que sueña con la expansión del nacionalsocialismo hacia todos los rincones del mundo. Un Hitler tierno con los animales y con los niños, respetuoso y honorable, que aborrece las traiciones. Es decir, Hirschbiegel hace todo lo que no ha hecho el cine norteamericano: desfetichiza el mal encarnado en el imaginario de la figura de Hitler. Pero ¿ha qué costo realiza este procedimiento?

Bajo este intento de mostrar al verdadero Hitler -al Hitler mostrado desde sí mismo- Hirschbiegel cae en el otro extremo de la mistificación: aquella que no muestra la consecuencia de la empresa nazi de construcción política de la matanza de millones de seres humanos. Salimos de un fetiche para entrar en otro. Mientras que el cine tradicional se encarga de fetichizar a Hitler para ponerlo como la causa de todos los males, La caída se encarga de excomulgar el alma de Hitler. Como bien señala Wim Wenders, Hirschbiegel cumple el último deseo de Hitler: que quemen su cuerpo inerte para que ni los yanquis ni los rusos lo encuentren y lo exhiban como presa. La película, dirán quizá, no busca mostrar los campos de concentración y todo lo que ya nos mostraron los yanquis. Claro, de eso se trata; de no mostrar lo que bajo esta nueva imagen de Hitler aparecería como contradictorio, puesto que lo que hace Hirschbiegel es resolver todas las contradicciones del proyecto nazi en las buenas intenciones de un romántico idealista.

En los medios de comunicación argentinos, La caída tuvo un recibimiento bastante bueno, resaltando su carácter "polémico", "atrevido" y "desafiante". Pero, ¿cuán desafiante y atrevida es una película que busca alimentar una imagen humana del dirigente político que comandó unas de las avanzas más brutales del capitalismo sobre los pueblos de Europa y Rusia, que implementó la esclavitud y la explotación en vastas regiones controlados por sus tropas?. ¿Es posible condecorar a Hirschbiegel con los honores de "polémico y desafiante"?.

Como ensayo del pensamiento: me gustaría ver la reacción de los mismos que hoy aplauden esta película si en lugar de Hitler estuviera Videla, y en lugar de los últimos días en el bunker de Berlín, las negociaciones que la Junta Militar realizó con Alfonsín antes de las elecciones. Me gustaría ver como algún director argentino (”polémico y desafiante") nos muestra a la Junta Militar retirándose del gobierno del Estado argentino con el espíritu romántico de Hitler horas antes de quitarse la vida a diez metros bajo tierra. ¿Qué interés puede tener mostrar el "rostro humano" de un conjunto de militares que se dedicó durante años a fusilar y desaparecer sistemáticamente a una generación de compañeros militantes? ¿Qué interés puede tener sino el de producir un bello encantamiento estético para aplacar el alma? ¿Será necesario, como me dicen, que esto suceda para dejar de fetichizar la historia contada de la última dictadura militar?... ¿Es "sano e interesante" pensar a la Junta Militar desde el punto de vista de la Junta Militar? Seguramente no: esa hubiese sido la tarea que la Junta Militar habría realizado si hoy viviéramos bajo su mando. Pero como "vivimos en democracia" la historia la escribieron quienes conciliaron con la Junta y nos repitieron durante años que nunca más volvería a suceder, como si la última dictadura fuese una excepción (como nos presentan a Hitler) y las contradicciones en pugna de la sociedad nunca más se volvieran a tensar. Esperemos que nunca más nos digan nunca más y que Hitler y todos los males de la historia sean absorbidos por la historia y no por los relatos que hacen de la historia un fetiche "desafiante y polémico".

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