Interpretar a Macbeth



por Magdalena De Santo

Situación

Crítica. Qué palabra más fuerte. Fui a ver Macbeth, una versión para seis personajes sobre la obra de William Shakespeare, dirigida por Omar Sánchez. Fui como cualquier espectador. ¿Inocente? Después, hablar con los trabajadores un jueves de mucho frío. Una entrevista: buscar las condiciones que hicieron posible la obra. Mejor no. Eso está muy cercano a hacer una crítica. Conversemos y pienso. Tradicionalmente la obra es yeta. Se cortó la luz en todo el barrio. El grabador se cortó a la mitad de la charla, la cámara de fotos “se quedó” sin batería, la estufa nunca anduvo. No hay que pronunciar su nombre. Y en frente mío un cartel gigante en rojo y negro que dice “Macbeth”. El cuento es bien conocido por todos, pero hay que saber contarlo. De palabras y acciones, de actores y director, de maquillaje, luces y objetos.
La historia

Dos hombres consultan el oráculo de las fuerzas oscuras, las brujas dicen, Macbeth serás rey, y tú Banquo, serás padre de reyes. Así empieza la obsesión. Duncan, el rey, es invitado al palacio de Macbeth quien ya informó el presagio a su amada. Lady tiene muy claro cómo sigue el procedimiento para Varón de Glammis. Matar a Duncan. Ensuciarse las manos con sangre. Los hijos del rey huyen, sospechan del crimen. Macbeth y Lady reyes quieren más, ser padres de reyes. Deben entonces matar a Banquo y a su hijo. Banquo es asesinado y su hijo huye. Las brujas profetizan nuevamente. El fantasma de Banquo se aparece a Macbeth, se hace público el crimen. Lady enferma hasta morir de culpa. El bosque de Birnam se acerca para matar a Macbeth.
Una posible descripción, dentro de los anchos palacios de la memoria.
Llego a la obra y me sientan en la primera fila. El escenario no tiene casi nada, una mesa, un trono vacío y un muerto colgado en el frente izquierdo. El muerto está ahí toda la obra. La música parece en vivo, pero no sé. Detrás del telón se prende una luz blanca y las sombras de tres monstruitos vaticinan. Sus voces son poderosas. Macbeth, tú serás rey. Banquo padre de reyes. Tremenda felicidad para los amigos, se abrazan fuerte frente a nosotros. Sale de la tiniebla la música demoníaca, un acordeoncito y una guitarrita, una mujer colorada me mira con los ojos desorbitados, creo que canta.
Lady se sube a la mesa, aguda, tiene la cabeza cubierta casi como una monja. Cine en el teatro sheakseperaeno. Simultaneidad de escenas, Macbeth escribe mientras Lady lee. El famoso monólogo de la carta, ella ahí solita arriba de una mesa, con un desenfreno nervioso, agarra una manzana roja, que es cortada a la mitad con un cuchillo largo. Muerde el sabor del pecado. La escena, se nota, está trabajada casi palabra por palabra. Dará la valentía que le falta a su marido para cometer la acción. Se encuentran y como siempre, el papel de la mujer escrito por un hombre, ella lo mandonea.
Macbeth sólo. Paranoico. ¿Quién anda ahí? Un amigo, Banquo, creo, tomando un vino rojo. El grandote de Macbeth y el flaco Banquo me hacen a acordar a Sancho y el Quijote. Se tratan como varones guerreros, una serie de agarres y manotazos, ubican al grandote como el poderoso. Nada que ver con Sancho. Macbeth se queda solo. Denuncia la benevolencia de su rey. ¿Un invitado de honor muerto por su propia mano? Sí. Entra Lady, ¡vamos Macbeth! Lady le entrega la daga a su marido que se dirige al cuello de Duncan dormido. Música para alivianar la tragedia. Lo hizo. Vuelve con los cuchillos ensangrentados en la mano. No puede ser más estúpido. Lady se enfurece, lávate las manos Macbeth, deja los cuchillos.
Parados cerca del muerto que cuelga, tocan las puertas del palacio, dos hombres vienen a buscar al Rey. Un portero, la mujer colorada, les abre, mea y habla y habla. Se me asoma una sonrisa. La escena está oscura, es la madrugada. Los Macbeth esperan el descubrimiento. Tocan a sus puertas, el rey está muerto. ¡Oh! ¡Qué tragedia!
Los hijos del rey Duncan sospechan la obviedad, juntitos deciden separarse para huir. Tienen antifaces y uno mariconea graciosamente. ¡Muerto el rey, viva el rey! Macbeth teme la corona. Habla con Banquo que se comienza remolonear con un vino rojo sangre. Está invitado a un banquete que ineludiblemente asistirá. Macbeth lo manda a matar. Dos vasallos en un objeto singular recorren la escena pasito a paso. Un hallazgo, me dicen, de la escenografía. Dicen haber matado a Banquo, no así a su hijo. No importa. Comienza la cena.
Una mesa inclinada con rueditas entra a escena, son muchos los invitados, muñecos del rey y de la reina. A Macbeth se le sube Dionisio a la cabeza. Lleva de corona la caracaza de una damajuana, a Lady se le sube el capital, lleva de corona botellas de Coca-cola. Intentan disfrutar la bacanal pero los fantasmas están entre ellos. Banquo muerto está sentado en la mesa y pulula entre las patas, se estira y remolonea. Macbeth grita de espanto, todos tratan de ignorar la estupidez del rey. Lady pide disculpas en su nombre, ya nada puede contener la enajenación del poder. ¿Necesitamos un médico?
Música. La tensión y la distensión de los espectadores la maneja el espectáculo. ¡Qué alegría para mí! Nueva consulta al oráculo, todos esperamos cierta confirmación. Las brujas tranquilizan a Macbeth, ningún hombre nacido de mujer lo amenazaría hasta que el bosque de Birnam se mueva.
Macbeth está empotrado en su trono móvil. El médico, nada puede hacer. Lady, dicen, desvaría. ¿Desvaría? Mientras, hay que seguir matando a los traidores ¿Cuáles traidores? Supongamos una mujer, esposa de un enemigo posible. Lady Macduff, la colorada otra vez me asombra. Tiene tres hijitos de trapo en la mano y comenta. Ella no hizo nada, oye pajaritos y sabe, ya no quedan inocentes en este mundo. Es asesinada, sus hijos también, pero su esposo, por supuesto, no. Está preparando la emboscada.
El desarrollo es cada vez más ágil. Así lo escribió Guillermito. La locura de Lady Macbeth causa profunda conmoción a su amado. En sus pequeñas pero grandes manos lleva una pequeña gran mancha. Lady tiene los dedos bien largos y flacos, dagas que la llevarán a su muerte. Lady Macbeth ha muerto, no hay medicina que pueda salvarla.
Macbeth al frente, sigue empotrado, nos mira, explica. Somos actores del destino que nos pavoneamos cuando nos prenden la luz. La cuarta pared está completamente rota. Todos somos actores. Guillermo-Bertolt-Macbeth en su trono, ve que el bosque de Birnam avanza, los guerreros, cantan los músicos, actuaron de árboles, disfrazados sitiaron el ancho palacio.

Ficha técnica

Macbeth: Martín Espíndola
Me contó que originalmente era uno de los músicos del espectáculo, pero que cuando el anterior Macbeth dejó de trabajar con ellos, se asustó. Tuvo miedo que no se pueda hacer la obra. Ante eso, se movilizó, y prefirió enfrentar él mismo a este pequeño personajito de la historia universal. En escena parece un hombre rudo, pero al charlar el contraste es fuerte. Es un chico de voz dulce, de pocas palabras, y se nota que trabajó mucho. Esta es el arma de esta maquinaria. La mirada de Macbeth a veces se oculta tras sus oscuras cejas.

Lady Macbeth: Mariela Kosturkoff
Parece que a Mariela la probaron. Casi como en una audición presentó a su Lady con una manzana. Asociamos muy a posteriori la relación que tiene la manzana con la elección de Eva. Mientras leyó a Shakespeare las imágenes le sobrevenían a la conciencia, y así se comienza, arbitrariamente con un deseo. Y esto, quiero decirlo, parece ser típico de la conciencia del actor, las imágenes nos sirven, vienen no sabemos muy bien de dónde. También a ella le gusta mucho la psicología de Lady. Nuestra Lady es flaquita, con rasgos muy agudos, en su imagen vemos lo punzante de tal psicología.
Banquo: Andrés Cepeda
En el diálogo con Andrés lo más llamativo fue que en su construcción original invocó la imagen de un bicho encerrado en su coraza. Y lo que yo vi fue un felino seducido por el placer. Nos reímos de las diferentes lecturas, que al fin y al cabo no importa si se corresponden, importa que se lean. Andrés además es un tipo que tiene un poco cara de gato y tiene también ductilidad física.

Mujer: María Eugenia Massaro
Ella es la colorada de los ojos desorbitados del comienzo. No sabe cómo definir la construcción con palabras porque trabajó diferentes roles. Es parte del coro musical, es bruja, es Lady Macduff, es una invitada del banquete, es el portero, y quizá también mucho más. Primero me contó acerca de la emoción que le trae seguir haciendo la obra, que nunca termina y se renueva a cada ensayo o función. Contó también de su vínculo con el anterior Macbeth, quien fue el que la propuso para trabajar en esta maquinaria. Su voz es enorme y su figura imponente. También se sirvió de imágenes para construir sus roles.

Uno: Alejandro Santucci
Alejandro en toda la entrevista no dejó de tocar su guitarrita, y se lo ve seguro con la música entre sus manos. Cuando vi la obra pensé que era cantante lírico, pero no, como todos, es o fue un miembro de la Escuela de Teatro. Su trabajo ahondó en su voz, que como cantante era grande y contrastaba mucho con la de los personajes, que era, según dice el director, pequeñita. “Uno” sintetiza los roles que debió asumir en su voz: hijo de Duncan, bruja, invitado del banquete, médico, vasallo asesino, músico cantor. En el escenario parece mucho más viejo de lo que en realidad es. Está fascinado con el producto total.

Otro: Nahuel Aquino
Con Nahuel casi no pudimos conversar, pero fue él quien me conectó con la obra y me invitó ese jueves invernal a charlar con todos. Él es también parte de ese coro, toca un acordeoncito y canta, es el hijo de Duncan maricón, bruja y vasallo asesino. Es el único que no es hijo de la Escuela de Teatro. Se que estudió filosofía y hoy se dedica al arte. Tiene la carita de un niño inocente lo que lo hace permeable a la comicidad.

Vestuario y escenoplástica: Cristina Pineda
Su trabajo es muy ajustado y le da a la obra un frío escocés con colores azules, algunas transparencias, la ropa como en capas de cebolla. El vestuario de los roles fijos tiene un aire medieval. Túnicas y trapos, redes y armaduras en colores bajos. Los objetos que aparecen dan a la obra una simbología para el análisis muy interesante. El muerto colgado en toda la obra, los muñequitos con los que juega Macbeth al comienzo, ese caballo sintetizado con un hierro con 4 patas, la mesa del banquete, un pequeño tablado y el trono con rueditas hacen a la movilidad parte del juego de poder. No hay escenografía, pero sí un juego espacial con los cortinados del teatro. Según me contaron, todo el dispositivo visual apareció casi un año después de los ensayos. Y a los actores y el director le cambió bastante la perspectiva de la obra, desde las nuevas dificultades hasta la nuevas interpretaciones que inevitablemente emergen.

Maquillaje y asistencia: Ana Sargentoni
Todos coinciden en que Ana aportó a la obra un dimensión desconocida cuando se piensa en Sheakespeare: el humor. Ana contó que lo que más le maravilló de la propuesta, es poderse reír de un tragedión. Fue para el equipo la reidora oficial, criterio y motivación a la hora de construir. Con respecto al maquillaje, es una labor muy audaz que le lleva tiempo, y que lo vale. Nada naturalista, hace de los rostros máscaras de ojos punzantes, usa tonos rojizos y azules.

Versión y Dirección: Omar G. Sánchez
Primariamente historiografió la génesis del grupo a partir de una idea muy concreta: hacer Macbeth y las ganas de trabajar con algunos conocidos. Luego el trabajo en la obra los constituyó como grupo, La maquinaria teatro.
No trabajó con ideas a priori, se involucró con el mundo shakespeareano con la ayuda de Nora Iribe y se involucró en la acción a partir de la relación con sus actores. Y así fue, poco poco, con mucho tiempo de proceso que se fue construyendo. Omar no se quiere llevar los laureles, no sin su equipo. El teatro para él tiene como centro el trabajo del actor, y desde allí condujo. La adaptación también nace a partir del trabajo arriba del escenario.
La obra tiene para él dos planos, el que narra los acontecimientos de la historia puesto en las voces de los músicos y otro más, podríamos decir subjetivo, que está en la voz de los personajes principales. Y la debacle se produce cuando se cruzan estos ámbitos.
Se me corta el audio, mejor me voy. Llego a la esquina, me faltan 100 pesitos, los de los ahorros. ¡Macbeth qué yeta!. Tengo que volver al teatro para recuperarlos. ¡Ay! El fantasma se compadece de mí, uno de los chicos me los devuelve.

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