La mujer sin cabeza


por Lucía Odoardo

Singular. La cabeza de Verónica (María Onetto) siempre desprendida de su cuerpo. El primer plano que la desgarra de todo aquello que la rodea. Sus respuestas ambiguas, más que abrir sentidos, encierran una clave fundamental. Diga lo que diga, la decisión siempre la tendrán otros.
Las mujeres de esta historia aparecen por primera vez en el reflejo del vidrio de un auto. Mirando su imagen, arreglándose el cabello. Todo lo que ven no significa nada. La falta de profundidad en las relaciones humanas que dan cuenta de este entorno, encuentra su expresión en la imagen. El plano con poca profundidad de campo hace que no podamos ver mucho más que lo que sucede en un determinado lugar del encuadre. Pero nos sugiere lo que hay en el fondo. Esta imagen desfigurada no está vacía en absoluto; algo sucede allí. Son los otros; los que rondan por las casas, los que las trabajan. “No los mires, no los mires…”, le dice la Tía postrada a la mujer sin cabeza, “son espantos”.
Verónica es la protagonista de esta historia. Mientras maneja por la ruta del canal, tiene una distracción y atropella algo. Verónica decide no bajarse del auto, como si nada hubiera sucedido. El contraplano deja ver un perro tirado en el camino, aunque algo hace ruido. La disposición de los elementos en el encuadre genera cierta tensión que nos pone alertas sobre su mirada. Verónica se transforma. No logra reconocer nada de lo que la rodea, ni a ella misma. Su mirada perdida nos atrae dentro del plano, como una fuerza centrípeta que va en progresión. Luego, Verónica pierde toda conciencia, se vacía. Su existencia se reduce a un cuerpo. Pero ellos parecen no percibirlo. Ellos son las partes que componen su entorno: su familia, sus amigos. Cuando la mujer sin cabeza aparece ante ellos luego del accidente, éstos no logran reconocer nada distinto en ella. Se ponen en evidencia. La mujer sin cabeza está vacía, pero para ellos en realidad, sigue siendo la misma. Como si nunca hubiesen visto otra cosa de ella. Como si ese vacío fuera lo único que pueden reconocer. Hasta que confiesa. Intentan calmarla negando la situación. Un familiar que tiene relación con la policía le asegura que si algo así hubiese pasado, él se hubiera enterado. La mujer sin cabeza se tranquiliza, hasta que la noticia de un incidente en el canal la vuelve a preocupar.
La decisión de no bajarse del auto, y el contraplano del perro tirado en la ruta, introducen la intención de poner en evidencia la superficialidad de un entorno acomodado, en el cual las personas viven en un mundo prefigurados por un estado de cosas que debe ser así y nunca de otro modo. La mujer sin cabeza, vaciada de toda conciencia, debe ser reconstruida. El entorno se encarga de llenarla: el marido le niega lo sucedido, la prima hace las veces de ella, termina sus frases, contesta las preguntas que le hacen, le arregla el pelo. Los hombres hacen todo lo que tienen al alcance para tapar cualquier agujero, como por ejemplo, arreglarle el auto. Las mujeres cuidan que esté lo más pulcra y prolija posible para que su imagen no se vea afectada. Verónica, demuestra pura pasividad ante estos hechos. Simplemente se deja. Pero como sabemos que su intención, al igual que la de los demás, es que nada cambie, se entiende esta pasividad como una forma de aceptación, de receptividad. El exterior la va armando. La fuerza centrípeta crece a medida que esta mujer se va cargando de este mundo, de este estado de cosas imperturbables. Se reconstruye la superficialidad, que encuentra su mayor expresión en el plano.
Los reflejos se suman a la idea de apariencia, en tanto muestran sólo una imagen de los personajes filtrados por aquello que los reflecta. Los planos cerrados evitan que veamos más allá, pero sugieren. El teleobjetivo, cuya característica principal es la poca profundidad de campo, le permite a Martel construir un espacio chato. Sugiere. En el fondo desenfocado se siente una presencia oculta. Esto sucede, por ejemplo, cuando aparece por primera vez el chico que lava autos. La mujer sin cabeza está en primer plano de espaldas, en el fondo se encuentra la silueta en penumbras del niño. En otro momento, también de espaldas, dentro de su casa, en un plano medio, tiene la mirada fija en el fondo, donde también desenfocado, aparece la figura de un hombre que pasa por fuera de la ventana. En ambos casos, lo que está en penumbras y desenfocado, son los otros. Los que a través de la mirada de la mujer (que representa en este caso, la de su entorno) están marginados. Son los que trabajan, los que sostienen las casas donde estos hombres y mujeres pasan sus días. Los que descubren, por ejemplo, que en el jardín hay una pileta enterrada.
Estos personajes son marginados ya que sus formas de vida no tienen lugar en la ficción de las apariencias. Esta ficción dentro de la ficción la arman los mismos personajes estableciendo las reglas del juego, que controlan los modos para que el estado de cosas se mantenga. Los hombres y mujeres deben actuar de acuerdo a ciertas normas, las cuales prohíben todo tipo de individualidad. Esto se expresa, no sólo por el hecho de que la vida de Verónica la puede manejar cualquiera sin que se perturbe, sino que ni siquiera pueden soportar verla llorar. Por otro lado, uno de los personajes de esta historia, “la Candita”, la hija de la prima de Verónica, también da cuenta de esto. En la película, Candita tiene hepatitis. Dan las coincidencias que esta muchacha conserva un rasgo imponente de individualidad: le gustan las chicas. La madre la mira como una extraña, no pierde oportunidad de cohibirla en cualquier cosa que ella desee. Esta chica con cara de enferma, amarilla y con ojeras, expresa la realidad monstruosa que atenta contra todos. Una marginada más.
El film se encuadra en el marco de una familia acomodada de un pueblo de Salta. En este caso Martel habla de los mecanismos para mantener un estilo de vida que evita todo problema que pueda cambiar la suerte de las personas. La audacia para contar dejando los hilos en la pantalla para que los espectadores puedan hilvanar la película da cuenta de una verdadera militancia cultural. Si en Cannes fue abucheada, probablemente sea porque habla de la cultura Argentina con una profundidad que si no se vive, hace falta un estudio riguroso, o simplemente una amplitud desprejuiciada para comprenderla. Pero como desde Europa, y como siempre, les gusta ver el reflejo de ellos mismos en el vidrio del auto, difícil es que puedan comprender a los otros que caminan por el mundo haciendo su propio camino, singular por donde se lo mire.

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